domingo, 22 de março de 2015

Siendo

Esta mañana legué a Mendoza, procedente de Buenos Aires. Aeroparque, para ser más preciso. Buenas sensaciones al llegar a la Argentina. También en Río de Janeiro. Confluencia de aguas. Celeste y azul. Las aguas se encuentran. En algún momento, en un momento preciso,  siento la alegría de estar volviendo a la Argentina. Una fuerza que me acoge y que me envuelve. Me contiene. Sé que todo va a dar cierto. Todo va a salir bien. Todo está saliendo bien. Todo sale siempre bien. Celeste. Azul. Tierra. Cielo. Agua. Mar. Encontrar a mi padre. Un momento singular. Todo se reúne. El pasado y el presente. Renaciendo. Las raíces dieron nacimiento  a una flor. El cielo es algo concreto. Es algo para habitar. Es un lugar que podemos habitar.  Depende de nosotros, de cada uno de nosotros. Yo entiendo el Evangelio como una invitación, una llamada, una posibilidad que nos es dada. Pero depende de nosotros, de cada uno de nosotros, si hacemos o no el trabajo necesario para habitar ese cielo.  Esto que está aquí. El cielo que nos fue prometido. La tierra es ese cielo. Puede serlo. Depende de nosotros, de cada uno de nosotros. Yo soy el lugar al que debo volver. Yo estoy volvendo al lugar que yo soy. No hay otro lugar al que pueda pertenecer. No hay otro lugar que yo pueda ser. Yo voy volviendo, en la medida en que voy aceptando el amor como la ley de mi vida. A medida que voy aceptando que la vida me fue dada como una opción por el amor, una opción por la justicia, entonces puedo irme integrando en el ser que soy. Puedo ir siendo el ser que soy. Yo soy parte del todo, y soy el todo también. El todo está en la parte, y la parte está en el todo. El todo y la parte son una sola cosa. 

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