No hacer nada tiene muchas ventajas. Una de ellas, es que al
no tener nada que hacer, uno refluye hacia la dimensión más sutil de la existencia,
que es, en realidad, la propia vida. Esto lo puedo ejemplificar a partir de una
experiencia que me ocurrió hoy o ayer, no recuerdo bien. Al saber que no
tendría que ocuparme de determinada actividad, inmediatmente vi un cuadro de
unas frutas y una cafetera. Era como un grabado. Lo veo ahora. Las frutas estaban
dibujadas con trazos bien definidos, y al mismo tiempo nítidos. También ví unos
colores pastel. Esto me tranquilizó. Uno de los efectos de no hacer nada es la tranquilidad.
Uno se aquieta. Y también podemos no hacer nada cuando hacemos cosas, si es que
le damos un poco de atención a ese tiempo que contiene todas las cosas, todo lo
que existe. Es un tiempo parado, un tiempo detenido. Es uma forma de estar en el
mundo. Se pueden hacer cosas, pero como dejándose ir, dejándose llevar. Así,
uno es como si no estuviera haciendo nada, y sin embargo está haciendo lo que
hay que hacer.
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