Muchas veces me pasa que vengo a la hoja no tanto por tener
algo en particular para decir, sino más bien porque aquí me siento bien. Mi
lugar. ¡Aquí encuentro tantas personas queridas, algunas ya en otros planos de existencia!
Ahora los colores y las flores. Los libros y las historias. Los afectos y los caminos.
Todo lo que es humano, aqui está. Aquí la vida. Aquí la fé. Aquí los sueños que
vengo buscando desde niño. De un día no haber más hambre ni violencia ni
dominación. Sólo amor y paz. Felicidad y solidaridad. Una gran familia humana,
diversa y una con el cosmos, con todo lo que existe. Ahora los caminos de la ciudad
me llaman. Tantos recuerdos aquí. En cada lugar, alguna evocación, muchas
evocaciones. Es como si yo fuera un punto de reunión de tantos pedazos de mí
que andan dispersos por ahí y que sólo reencuentro cuando me encuentro con vos,
con alguien, con algunos otros pedazos de mí que andan por ahí. Estas flores de
ipé esperaban nuestra vuelta a casa. El ipé fue la primera flor brasileña que
vi cuando crucé la frontera (no sabía si pasaría) en diciembre de 1977. Eran
manchas amarillas en la floresta verde. Y el ómnibus corriendo en la noche y en
la madrugada y en el día. Y ahora hoy, esta mañana, los ipés en la laguna del
centro de João Pessoal cerca de la iglesia Bautista. “Oriente-se pelas cores”
decía un folleto que leí en São Paulo, al llegar en 1977. Hoy, tantos años
después, trato de orientarme por los colores, sí.
Nenhum comentário:
Postar um comentário