Volvía de Cacheuta.
La montaña. El río. Los álamos. El camino sinuoso. Las curvas. Las
retamas. Álvarez Condarco. Las aguas termales. Las piletas. Las
bañistas. El almuerzo. Los cactus. Los espinillos. Los pinos y los
aguaribays. Los dientes de león. Y ahora, después de Chacras de
Coria. Después de los túneles verdes de árboles. Y ya todos estos
jacarandás de dentro y de fuera de casa. Después que los recuerdos
se organizan y se ordenan. Después de algunos minutos de sueño, en
que los colores, siempre los colores, se van arreglando y te van
diciendo cosas sin palabras. Los sentimientos. El amarillo naranja
rojo que te viene acompañando. Y que es un cuadro que se viene
transformando. Y que eran corolas de zinnias y un sol interno. El río
de oro, que conecta todas las cosas. Ahora ya cuando la noche debe
estar esperando para cubrir el cielo de luces. El día no termina.
Los días pasan. Y uno se pregunta qué es esto de los días pasar.
Los días pasan como hojas de un libro infinito y en este pasar
pasamos también. Hasta quedar para siempre. Hasta eternizarnos,
porque unidos a todos los colores y al tiempo sin fin.
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