Esta tarde el verde
fue, en varios momentos, una compañía. Un descanso. Verde que era
ya claro, ya más oscuro. Calma. Tranquilidad. Menos exigencia, o
casi ninguna exigencia. Me daba cuenta de que las culpas también era
como si casi ya no estuvieran. Ocupan mucho lugar, tanto las culpas
como las exigencias. Y al final, ¿de
qué soy culpable? ¿De
ser como soy? ¿De tener
los deseos que tengo, y que muchas veces condeno como si no supiera
de dónde vienen, qué fue lo que los originó? Las heridas, las
llagas. De allí brotan flores, pero tengo que comprender que esto es
también una vulnerabilidad y un riesgo. Puedo ser más amoroso
conmigo mismo. Compasivo. Comprensivo. No busco la perfección, y sin
embargo muchas veces me condeno por no ser perfecto. Esto va
disminuyendo. Va mejorando la relación mía conmigo mismo. El verde
estuvo hoy en muchos momentos, como una compañía amiga. También
tuve muchas veces presente a mi madre. Su presencia me acompañó en
varias oportunidades. Y así la tarde se fue haciendo noche, y la
noche cubre el mundo ahora, con sus luces.
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