Me pongo a escribir, y es inmediato. Me empiezo a sentir
bien. ¿Cómo
algo tan simple puede hacerme tanto bien? Debe ser porque aquí me encuentro, aquí
soy yo, aquí respiro mejor. Aquí construyo mi mundo. Creo que no hay mejor
sensación que la de ser uno mismo, fuera de las presiones sociales, los
convencionalismos, las obligaciones. Uno se completa, al reencontrarse con esa
parte más grande que nos constituye, y que va más allá de lo que habitualmente
vemos de nosotros mismos. En el tiempo que llevo escribiendo, he ido como que pescando
pedazos de mí, retazos de vida, verdaderas pepitas de oro. Hilos de luz que
ahora vuelven a mí y me anidan. Hoy por ejemplo dí una vuelta por el barrio. Las
veredas cubiertas de hojas. Caminar sobre estrellas. Son sensaciones sin igual,
que si no las escribo, se me escapan, se pueden ir perdiendo. Al anotarlas, se
inscriben, se graban, se van imprimiendo. Y así muchas veces ando por el mundo
y siento que es mi mundo. No es un mundo extraño o distante, ajeno u hostil.
Entonces se hace más agradable el vivir. La vida se hace más plena. Es muy
lindo salir a la calle o estar con familiares o amigos, y sentir que uno está en
su propio mundo. Es como si vos fueras ese mismo mundo, y en realidad es así.
Uno es el mundo que va construyendo con sus afectos, con sus actos, con sus
relaciones, con los sueños que vamos plasmando día a día.
Nenhum comentário:
Postar um comentário