Ahora me pongo a escribir, para
satisfacer esa necesidad que tengo de estar en mi lugar. Aquí puedo
respirar, puedo ser yo. Voy mapeando mi vida. Voy cambiando mi
escucha interna. Voy siendo yo, cada vez más. Y también desde aquí
escucho al mundo y a la gente, pero a mi modo. A veces capto alguna
sensación antigua, infantil, original. Voy deshaciendo al sensación
de extrañeza. Voy familiarizándome con un mundo que es cada vez más
mío, en la medida en que lo voy dejando entrar y salgo para
capturarlo. Estas cosas las he dicho ya un sinnúmero de veces. Pero
es necesario que las siga diciendo, pues al repetirlas, van ganando
fuerza. Se va haciendo más real. A medida que voy escribiendo, algo
se va equilibrando. El lado de allá y el lado de acá se van
equilibrando. La vida va pasando al papel. Pero ya no es más la vida
ajena, la vida extraña o distante. Ahora es la vida mía. Una vida
en la cual puedo ser como soy. No necesito traicionarme o
desfigurarme para estar entre la gente. El día va yendo, van pasando
los momentos. Y consigo capturar algunos instantes. Algunas figuras.
Unas mujeres en el gimnasio. Las flores celestes que se ven a la
orilla del zanjón. El viejo barrio, con tantos recuerdos. Una
sensación de familiaridad y añoranza. Es como si nunca me hubiera
ido. Como si siempre hubiera vivido aquí. Se va cerrando la brecha
entre pasado y presente. Va siendo un tiempo unificado, un solo
tiempo.
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